Hasta ahora, fue en diciembre de 2002. Tenía 17 años y recién había terminado la secundaria. Tuve una novia ese año, María Elena, estábamos en el mismo curso y tuvimos una buena relación. Ella sufría de violencia en su familia, y a veces llegaba muy deprimida a clases, un grupo de amigos y amigas y yo le hacíamos ver la vida con más optimismo y alegría.
Debíamos dar una prueba para selección universitaria y yo fui a reconocer la sala donde la tendría que dar. Al salir, una compañera cercana de otro curso me dice “Jóse, ¿y has visto a la María? anda a su casa, porque dicen que se mató” Mi mundo se detuvo ahí mismo. Uno, por la pésima forma, de enterarme y dos, porque no lo creí. Llamé a mi mejor amigo del curso y fuimos a casa de María Elena, a pocas cuadras del liceo. No alcancé a llegar a la esquina de su hogar cuando ví la escena completa del desastre que había en la entrada de su casa. Lo asumí de inmediato.
María Elena se había suicidado. No logró superar el trauma y la depresión.
Yo enfrenté todo en silencio y calma, un par de meses después, estallé en dolor. Tuve una leve depresión el año siguiente. Pero aprendí de todo lo vivido y he podido ayudar a otros que han enfrentado problemas similares.